Recuerdo del prestige
Afirma un estudio científico publicado estos días que las crías de gaviota nacidas un año y medio después de la marea negra del Prestige conservan restos de hidrocarburo en la sangre. La presencia de combustible en esas aves que no conocieron la catástrofe demuestra que la contaminación aún no ha desaparecido de la cadena alimentaria. Desde hace meses, se sabe también que los marineros que estuvieron en contacto con el chapapote sufren daños respiratorios a largo plazo. Son apenas dos apuntes que contradicen la impresión de que las secuelas del mayor desastre ecológico de España han desaparecido después de cinco años. Es cierto que no se han cumplido las previsiones más apocalípticas, y que hoy la costa está limpia, el sector pesquero se ha recuperado y la economía gallega vive el periodo de crecimiento más prolongado de su historia. Pero el rastro permanece, por poco visible que resulte ahora.
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